
Debo partir diciendo que lamento los efectos negativos que trajo la reciente lluvia en este árido norte...lamento las incomodidades y pérdidas de quienes debieron sufrir su rigor...
Luego, debo reconocer que mi escencia sureña hace que este fenómeno climático produzca un efecto especial en mí...positivo, por cierto.
Mientras estaba en el dojo como única alumna, sentíamos junto a mi instructor y amigo cómo caía la lluvia, coincidiendo en la preocupación de mantener nuestro "templo" a salvo y en que esta lluvia purificaría la ciudad. Es cierto, al sentir la lluvia mientras practicaba y luego sobre mí, al tratar en algo de ayudar a salvar "el imperio" con los mismos "soldados" de siempre, sentí que también me purificaba yo.
Después, al conducir hasta mi casa, junto a mi fiel "Musashi", recordé con nostalgia mis estadías en la capital penquista, cuando manejar con temporal era toda una odisea. Recuerdo aquella reunión de amigos y esa pequeña camioneta. Los nobles varones decidieron a pesar de la lluvia y el viento viajar atrás, para permitir a las mujeres ir más protegidas en su interior. Lamentablemente para ellos manejaba yo, pues ninguna más tenía licencia...fue un chiste, aunque ellos como si nada y sólo atinaban a darme confianza...a todo pulmón,obviamente, para poder escucharlos...
También recuerdo la proeza de un amigo que atravesó toda la ciudad de noche y con tormenta, para llevarme un pote de miel y ayudar a sanar mi resfrío...lo que es una tragedia para una periodista radial...muchas de esas cosas me ayudaron a crecer y ennoblecer mi espíritu.
Extraño esos momentos, esos detalles, los abrigos largos, esperar que pase el nubarrón en una cafetería y esos húmedos encuentros.